martes, 11 de diciembre de 2007

Encuentro en otro mundo


Irrumpo, caigo al reino encantado de Hypnos. Me sumerjo en sus espantables aguas y me emborracho de su realidad.

Me encuentro en un edificio, frente al cerro embrujado, al cerro Santa Lucía y sus esculturas invisibles. Me acompaña G.R. y ansiamos visitar a un escritor a quién he admirado mucho por el sentido que proyecta de la mágica metrópolis en su cosmovisión, de cuyo interior sólo podrá emerger la transfiguración que nos haga ver lo que el paisaje, la tierra nos comunica en su desmedida tragedia. En ese sentido, Miguel Serrano para mí es un intérprete que explora, conoce y siente esta Búsqueda.

Hijo de una generación abatida por aquella desesperanza que se enraíza en la noche geográfica, llegó a mi conocimiento hace mucho por un libro que me impregnó de una sensación especial. “Ni por Mar ni por Tierra” es el nombre de aquella obra en que refiere lo acaecido en las calles de Santiago, por allá en los años 30, en donde él y su amigo, Héctor Barreto, recorrían los llanos callejeros, seguidos de fantasmas que envolvían su juventud de una magia que los impulsaba, peregrinos solitarios por las brillantes líneas de tranvía, hacia lo desconocido, hacía la frontera en que terminan todas las calles del mundo y comienza la Ciudad de los Césares.

¿Dónde lo conocí? El último y también el primer momento en que estuvimos juntos en la tosca realidad fue hace unos dos años, en una conferencia que él realizó en una de esos viejos edificios de Santiago. Ahí estaba sentado yo en primera fila y él estaba solo, en la mesa de entrevistados, mirándome y con una sonrisa, justo frente a mí. Yo también le sonreí y lo miraba a los ojos, como si nos hubiéramos conocido antes, o como si desde nosotros dos, otros que no éramos nosotros se conocieran y se reencontraran en ese momento corto, tan breve, después de mucho tiempo.

De nuevo en el reino de Hypnos. Allí estábamos con G.R. Decidimos subir por las escaleras, hasta llegar a una puerta que quedaba al fondo de un pasillo de color tostado cálido, para finalmente detenerme en ascuas, escuchando una conversación al otro lado de la puerta número 31, en donde creía reconocer su voz discutiendo con una mujer. Sabíamos que esa mujer no nos dejaría entrar a hablar con el escritor, a concretar el encuentro. Decidimos esperar y retroceder unos metros, otra vez a la escalera por la que venía en ese momento subiendo C.V., a quien quisimos, como a la mujer, también esquivar por una razón incierta. Esperamos entonces que no hubiera alguien allí y entramos, o mejor dicho, entré, ya que mi amiga luego no estaba conmigo.

Allí me encontraba. Sólo yo y Serrano en su casa. Desde hacía mucho quería contarle mi experiencia en torno a las lecturas y trabajos que había escrito sobre su generación.

Los dos estamos sentados frente a un computador y yo, sin poder decirle mucho producto de mi ansiedad, le farfullaba con algo de esfuerzo lo que había descubierto sobre Héctor Barreto: había encontrado al asesino. Había hecho una investigación de las fuentes de prensa y hallado algo que él mismo había escrito hacía ya muchos años en un periódico del Frente Popular.

Serrano me observaba y juntos mirábamos el monitor de un PC que estaba sobre una mesa, equipo que no funcionaba muy bien, impidiéndome mostrarle los archivos que tenía. Él sonreía con tranquilidad y me decía que me relajara, ya que el responsable de que el computador no funcionara era él, era su presencia que intervenía con la “magia negra” de la electricidad. Yo lo miraba y él seguía sonriendo, apacible. Entonces yo estreché su mano, tocando sus dedos grandes y acogedores, como de piedras blandas descansando sobre su chalina color musgo verde. Luego me preguntó si yo era un escritor y yo le decía que no, o que no lo sabía, o que quizás no escribía tan bien como quería hacerlo. Entonces, mirándome dijo: No eres buen escritor entonces. Yo defendiéndome le respondí un poco tímido: O sea, igual escribo algunas cosas…

Serrano me miró y con ojos perdidos en el adentro de su rostro me confidenció algo: No te preocupes. Yo tampoco escribo tan bien como antes. Ahora son ustedes los encargados de escribir.

Y acontece lo increíble: su mirada, sus ojos se convierten en dos carbones ardiendo que flotan en la oscuridad de un lago en el que vagas visiones atraviesan, desde un cielo blanquecino, infinito…

Veo también a R.V.E sentado sobre un sillón. En la cara lleva unas cicatrices al rojo vivo, quizás hechas con algún cuchillo. Pero los cortes no son azarosos: son runas. Y allí comencé a experimentar cierta sensación de horror, al comprender que quizás esas heridas-runas hubieran sido hechas en un peligroso combate de espadas o cuchillos, o como aquellos combates en que algunos nobles teutones sufren tajos a florete en pleno rostro…

Y recuerdo lo que Barreto señaló en las inmensidades de la noche del Santiago fantasmal: “Tú sabes… las ciudades… las calles…cantan…

Antigua vida, tradiciones y leyendas, gestos casi olvidados de la mágica metrópolis, perdidas otra vez, para siempre.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Héctor Barreto Pasajero del sueñoPor Miguel SerranoRevista de Libros de El Mercurio. Viernes 26 de agosto de 2005

A los escritores de mi generación se nos ha conocido en Chile como de "la Generación de 1938", pudiendo incluirse en ella a Eduardo Anguita, Braulio Arenas, Enrique Gómez Correa, Teófilo Cid, Irizarri, Eduardo Molina, Julio Molina Müller, Guillermo Atías (o Anuar Atías), Iván Romero, Rene Ahumada, Raúl Vicherat, Robinson Gaete, Juan Tejeda, Santiago del Campo, Gonzalo Rojas, Volodia Teitelboim, Héctor Barreto y yo. Un pequeño grupo (Del Campo, Guillermo Atías, Irizarri, Ahumada, Iván Romero, Julio Molina y Barreto) nos reuníamos en la noche a conversar y leernos nuestros cuentos y poemas en un café-restaurante de la calle San Diego, el "Miss Universo", que, como tantas otras bellas cosas, ya no existe más. Y era Barreto quien nos mantenía atentos a sus historias improvisadas, haciendo que la noche pasara casi sin sentirse. ¿Cómo poder olvidar "El pasajero del sueño", "Rito a Narciso", "Jasón" y "La ciudad emferma" (él pronunciaba "em-ferma", con "m", poniendo énfasis en ello y con un gesticular único). En verdad, Héctor, tan joven aún, vivía en la Grecia antigua y como si él mismo fuera la reencarnación de Alejandro Magno, a quien nos describía físicamente cual si sólo acabara de estar en su presencia. Para nada nos interesaba en esos años la política y vivíamos inmersos en los libros de Panait Istrati, Knut Hamsum y los rusos, Dostoievsky, Boris Pilniak, Sevolod Ivanov; o los poetas Miloscz, Pedro Prado, Omar Cáceres (quien se apareció en nuestras tertulias para recitar su "Azul deshabitado"), Vicente Huidobro, Augusto D'Halmar (con su La sombra del humo en el espejo), Salvador Reyes, Pablo de Rokha, Neruda y Joaquín Edwards Bello, entre otros.
Fue por esto que una noche recibimos con total asombro la confesión de nuestro "héroe griego", Héctor Barreto, de que había decidido participar en la política y se había inscrito en la Juventud Socialista. ¿Cómo era posible —exclamamos— que "El pasajero del sueño", que "Jasón", hubiera hecho esto? ¿En qué quedaba ahora su búsqueda desesperada en las calles nocturnas del viejo Santiago, en la montaña, en nuestras mágicas cumbres, de la "Ciudad de los Césares", del "Vellocino de oro"?... Lo estoy viendo, como si fuera ayer, con su rostro moreno y sus ojos profundos, golpeándose la frente (en un gesto muy suyo) y respondernos: "Lo hice porque me producen dolor los niños pobres descalzos bajo la lluvia"...
Esos eran los años de la Revolución Española, del "Winnipeg", de la gran tensión política planetaria previa a la Segunda Guerra Mundial y, en Chile, las juventudes políticas uniformadas también combatían en las calles. Y fue así cómo una noche Barreto murió asesinado. A nosotros, sus hermanos, sus amigos entrañables, nos afectó más allá del alma, en las entrañas del mismo ser. Los soñadores, los reclusos, debimos también salir a las calles a luchar por un cambio a fondo en la sociedad chilena. Guillermo Atías, Irizarri y Julio Molina entraron al socialismo. Yo empecé a escribir en periódicos de izquierda. Barreto se había hecho muy amigo de Raúl Ampuero; yo también, hasta su muerte.
El funeral de Barreto fue algo enorme, cuadras y cuadras; todos los escritores chilenos, de cualquier generación (Huidobro, de Rokha, Neruda, nuestro amigo Sánchez Latorre); todos los políticos (Schnake, Ricardo Latcham, Julio Barrenechea y Marmaduque Grove, como líder de ese homenaje). Ahí conocí a Blanca Luz Brum, quien iba a mi lado y, al ver mis ojos húmedos, me dijo: "Ánimo, camarada", tomando mi mano y apretándola. En el cementerio, junto a la bella tumba, hecha por el escultor Banderas, con la mascarilla del rostro de Barreto muerto, que él mismo le sacara y que me había regalado esa mañana (aún la conservo, habiendo viajado conmigo por todo el mundo). Y allí quedó, entonces, su réplica (mirando al cielo, a través de los párpados cerrados, durante todas las estaciones, bajo el sol y la lluvia) hasta ahora, cuando desconocidos la han roto a golpes de martillo. Don Marmaduque terminó su discurso de aquél día diciendo: "¡No pasarán...!". Sin embargo, han pasado... ¡tantas cosas!
Con jóvenes amigos vamos a reparar la tumba en el Cementerio General, de modo que el rostro de Héctor Barreto pueda seguir contemplando más allá del cielo, más allá de las estrellas, su Grecia inmortal, su monte Olimpo y el Templo de Delfos, donde tal vez él fuera un hierofante, hace muchos siglos ya.

lunes, 29 de octubre de 2007


Héctor Barreto. Crónica de un Asesinado

Tu sabes… las ciudades… las calles cantan…

Héctor Barreto.

“Estuvo muriendo tendido y caído de bruces o cara al cielo. Yo tengo su mascarilla y sobre la frente observo los cortes de cortaplumas y los golpes que hundieron la sien. Todo esto después de derribado por la bala.”
[1]

Muchas veces un autor – sobre todo los poetas malditos, ya por su vida o muerte sumida en la tragedia- es más conocido por el mito que se ha formado en torno a su figura que por la obra misma que pudiera ostentar. Este es el caso de Héctor Barreto, quien rescatado sólo por algunos estudiosos, es un personaje casi desconocido dentro de la clasificada como Generación literaria del 38.
Pese a que sus relatos, estrechamente unidos a sus circunstancias, de poeta y mago
[2], son un precedente icónico importante para su época, sólo ha llegado hasta nuestros días un atisbo de su historia, la historia de un asesinato.

Sucedió en la incipiente madrugada del domingo 23 de agosto del año 36.

Barreto, cortando casi por el medio de la calle, al llegar apresuradamente a la primera esquina que se aleja de la Avenida Matta -por Serrano hacia norte-, no encontró dónde protegerse de los tiros, hechos de pronto desde la formación “naci”[3] apostada “en estricta actitud militar”[4] en los lindes de la vereda. El grupo de muchachos socialistas[5] que iba con el, y que ya dispersos huían apresuradamente de la balacera, momentos después, al ser acusados del altercado por la policía, desde lejos habrían de divisar con impotencia, cómo su compañero –que intentó ser más rápido que las balas[6]-, se desangraba sobre el pavimento. Esa fue la última vez que lo vieron vivo.

Horas después, entre una transfusión e intentos médicos para extraer la bala que albergada en su estómago había causado varias perforaciones intestinales[7], Héctor Francisco Barreto Ibáñez, muere –de sólo 19 años- en la antigua “Posta Nº 2” de la calle Chiloe, esquina con Maule. La noticia, que apareció en los diarios de la primera hora[8], puso en boca de todos, la recurrente violencia callejera de los grupos políticos en Santiago, la que ya había cobrado dos victimas emblemáticas: Julio Llanos y Manuel Bastías, miembros también del Partido Socialista.[9]

Eran los años del Winnipeg, y en Chile irrumpía la lucha apremiante de las ideas antagónicas del socialismo, comunismo y nacismo[10], cobrando cuerpo a imagen y semejanza de la turbulenta Europa de la Guerra Civil, y previa a la Segunda Guerra Mundial. La antigua militante y diputada socialista, Carmen “La Negra” Lazo recuerda[11] de aquellos tiempos: “Conocí a Héctor en los lejanos días de la juventud del partido. Vivíamos muy velozmente, teníamos entre 16 a 23, 24 años. Trabajábamos, estudiábamos y peleábamos. De Héctor se sabía que era un artista y además de buen mozo, tenía fama de ser romántico y soñador. La gente lo quería. Fue un luto cuando corrió la voz de su muerte. Todos nos consternamos cuando dijeron, mataron a Héctor Barreto en el Café Volga. Eso no se me ha olvidado nunca.”

Días después de lo ocurrido, el Jefe del Movimiento Nacional Socialista, Jorge González Von Marées, encerrado con su gente en su cuartel general de la calle Huérfanos 1540[12], se dirige por radio al país[13], emplazando al PS a atreverse a tomar su cabeza en venganza por el crimen, adjudicándose la responsabilidad total del hecho: “Asumo por completo la muerte del joven Barreto. Declaro que la bala que dio muerte a ese muchacho no fue disparada tontamente por un grupo de inconscientes o desalmados, sino que esa bala, y todas las que han salido de las filas nacistas, han obedecido a una inspiración personal mía.[14]

El asesinato nunca se aclaró, pese a que la comisión designada por la Prefectura de Investigaciones[15] en los primeros días, sindicó a un presunto culpable[16], identificado como René Gorigoitía Boggiano (22 años), quien, seguido por los mismos amigos del escritor, fue capturado en Alameda con San Diego[17]. El imputado portaba en ese momento una pistola y un revolver, además de identificación que lo sindicaba como del MNS[18].
Luego de la confesión radial de Von Marées, se desestimaron finalmente los cargos en su contra.

Así mismo y por otra parte, hubo quienes mencionaron a un organizador intelectual del asunto, apuntando a un Tal “Gordo Olivares”[19], igualmente miembro del MNS, y que organizó luego del 38, con efímera vida, el Partido Fascista Chileno.

Tito Mundt[20] recuerda que luego de pelearse con Von Marées por la fundación de la Vanguardia Popular Socialista (VPS), este misterioso personaje, en un episodio en que tomó parte con la escuadra argentina que se levantó contra Perón, fue “cocido a balas en la Calle Corrientes, de Buenos Aires.”[21]

“El nombre símbolo”[22]

Barreto en la actualidad está olvidado, pese a que fue un icono de lucha muy importante para la izquierda por más de 30 años[23]. De todos modos, su deceso significó a los pocos de su generación cercanos a él –quienes todavía lo recuerdan[24]-, una catapulta a los procesos sociales que se desarrollaron en el auge -y posteriores- del segundo gobierno de Alessandri, periodo marcado, como se sabe, por este y otros hechos emblemáticos.[25]

Miguel Serrano, quien fuera intimo de Barreto, se refiere a lo que conllevaron “los extraños días del crimen y del entierro[26]” para la parte de la Generación del 38 que los cobijaba -de modo aislado, según relatara más de una vez[27]-, en medio del vertiginoso y polarizado[28] paisaje literario de entonces: “La muerte de Barreto fue un símbolo… Quemó una etapa para siempre. Los que vivíamos retirados fuimos proyectados a la acción y al mundo externo. Nos tomó la vida con sus luchas y pasiones.”[29]

La calle San Diego era el centro de reunión para este lote de artistas que el muralista Fernando Marcos[30], otro cercano al escritor, recuerda con nostalgia en el prologo de La Noche de Juan y Otros Cuentos: [31] “En aquel San Diego bravo de entonces se formó un grupo de amigos. Además de Barreto, estaban Santiago del Campo, Miguel Serrano, Anuar Atías, Homero López, Raúl Arenas, René Ahumada… y yo”.

El pintor, quien en esa época vivía en el barrio, y cuya casa, en la entrada, era tienda de libros viejos, conoció a Barreto precisamente ahí. Él frecuentaba muchísimo su librería que quedaba por la cuadra 7, en el lugar que fue después el Teatro Caupolicán. De este modo, ambos jóvenes comenzaron su amistad, rodeados de literatura y de un ambiente en el que tenían cabida competencias de dibujo o de improvisados cuentos, en las cuales Barreto casi siempre se llevaba las palmas. Los personajes que circundaban este especial entorno no quedaban tampoco fuera de la excentricidad que envolvía a los jóvenes. “Héctor junto a su amigo (Víctor) Di Biaggio Shoder, alias “Carecahimba” – quien tenía conocimientos de mecánica- pretendían viajar por toda América y para ello, habían empezado a desarrollar el proyecto de un vehículo capaz de atravesar toda suerte de obstáculos en el continente, por las montañas, llanos, pantanos ríos y lagos , desde el hemisferio sur hasta el norte.[32]

Marcos escribió sobre Barreto[33]: “Era de estatura regular, moreno, delgado, de ojos obscuros penetrantes. Tenía una cultura extraordinaria para su edad y una avidez de lectura increíble. Del boliche de mi padre llevaba continuamente libros sobre los más variados temas. Se iba con ellos en la tarde y al día siguiente ya los había leído. Leía hasta las 4 o 5 de la mañana. Podía pasar dos o tres días sin dormir. Y luego era capaz de dormir 16 horas de un tirón. Leía de todo: Descartes, Panait Istrati, Romaínd Rolland (el Juan Cristóbal nos había impresionado profundamente a todos), Oscar Wilde, George Bernard Shaw. Se sabía de memoria capítulos enteros del Quijote. Conocía los clásicos italianos, españoles, ingleses. Buceaba en la historia. Solía relatar anécdotas de Julio Cesar.”

“Barrio Bravo”.

Común en San Diego la actividad nocturna, en que la vida del “Barrio Bravo” [34]transitaba entre cafeterías y teatros, billares y espectáculos de boxeo, y como lo recuerda Ricardo Puelma, quien escribe en sus crónicas[35]: “La calle San Diego. Larga y demacrada calle, con sus viejas casas de adobe, que revientan tenduchos y modestos almacenes”. Evocado también por este autor como el “barrio latino de Santiago”, en que se hospedaban estudiantes de provincia y en el que “se podía encontrar desde cama de ocasión hasta libro usado”, este característico lugar capitalino, repleto de librerías, y hoy por hoy de talleres mecánicos y tiendas de computación, ofrecía en aquel entonces “una bohemia única”[36]; boliches como “La Buenos Aires” (al llegar a Pedro Lagos), “El Mundo” (frente al Caupolicán), el “Miss Universo” (en la cuadra dos), el mismo “Volga” (a la altura del 1267), el “Folis Bergére” (en Plaza Almagro), “La Filórica Luz y Sombra de don Ricardo Huerta” (en la esquina con Av. Matta), el “Salón América” (cerca de Tarapacá), entre otros.[37]

Todo ocurrió una de tantas noches en el Café “Volga”. Como a eso de las 10, Barreto llegó en busca de sus amigos. Luego de unas horas, y cuando la velada se estaba dando por finalizada, irrumpió al local un grupo nacista, que con gran escándalo, conminó la reacción de los jóvenes. Héctor los increpó desde la mesa en que se encontraba con Fernando Marcos y Raúl Arenas, compartiendo con unas amigas. El incidente fue un poco confuso en adelante. Existe el relato de que el grupo agresor era un nutrido contingente que hizo su entrada al lugar, ocupando varias mesas y hablando en voz alta en tono de provocación. Por otra parte, “El Mercurio” del domingo 23 agosto expuso otra versión sobre el número de sujetos que irrumpieron a la cafetería -a la 1:40 de la mañana-: “En el citado recinto reinaba perfecto orden cuando llegaron 3 nacistas uniformados, cuya presencia dio origen a algunas discusiones, y luego a algunos cambios bruscos de palabras.” (Por otro lado, el Director de Investigaciones del Movimiento Nacional Socialista, Alejandro Oteiza del Canto, dijo en una carta dirigida al diario[38], que los nacistas eran 2 y no 3.)

Fernando Marcos, como testigo directo, relata el hecho de la siguiente forma[39]: “Ya nos despedíamos cuando entraron los nacistas. Era un grupo numeroso, algunos uniformados, otros con mantas de castilla. Se repartieron en diferentes mesas. Era evidente su intención de provocar incidentes. Ellos sabían que el “Volga” era un punto de reunión de la juventud de izquierda, de los alumnos y profesores de Artes Aplicadas, de los jóvenes socialistas. Adoptaron de inmediato una actitud agresiva[40].”

Marcos recuerda que tras de la discusión, que terminó con la efímera entrada de carabineros que desalojó a los nacis, su grupo se dio cuenta al quedar solo en el local, que en la calle le esperaba una emboscada. Su reacción no demoró. No pudiendo encontrar en las cercanías a ningún vigilante de los que momentos anteriores habían estado con ellos, decidieron, solos y embebidos de actitud de seguridad que bordeaba entre valor e inconciencia, hacer frente a los incitadores. Empezaron así una rara persecución en que sin ningún arma, iban tras un grupo sabidamente en posesión de éstas.

Siguiéndolos por San Diego a la esquina de Santiaguillo, doblaron por ahí para llegar hasta Arturo Prat. En ese instante comenzaron los primeros disparos.

En la Ciudad Enferma.

La familia Barreto, sin el padre, que los había abandonado[41], repuntaba por el trabajo de “Doña Panchita”[42], como cariñosamente era conocida en el barrio[43] Francisca Ibáñez, quien realizaba trabajos de costurera para sostener el hogar compuesto por ella y sus tres hijos. Barreto también contribuía con su madre. Tenía trabajo nocturno de corrector en la Editorial Ercilla.
Estudiante del Instituto Nacional y luego al terminar el colegio espectador oyente en las clases de Derecho en la Universidad de Chile, además de asiduo a la natación -deporte muy popular entre la emergente clase media de esos días- el autor, paralelo a todo esto, se formó desde joven en la escritura, destacándose dentro de sus contemporáneos por la facilidad que tenía para inventar historias. Ejemplo, es el primer lugar que obtuvo en el concurso de cuentos dirigido a los institutanos en el año 32. Fue con “La Perfecta Belleza”, relato sobre un príncipe ciego, obsesionado con la delicadeza estética, con el que se llevó los laureles del certamen, adjudicándose un hermoso diploma entregado por su amigo, Homero López[44]. Y es que sus cuentos, o “Historias Ociosas”[45] (además de sus cuentos políticos, que lo hicieron conocido dentro del socialismo[46]), tienen algo de autobiográficos, ya que al referirse a personajes movidos por un anhelo de búsqueda que rompía los márgenes de lo real, tocaba con su pluma los escuetos lugares de su propia vida, la que como relatan quienes lo conocieron, se movía en una melancólica soledad que lo aislaba de los otros, al punto de no sentir ninguna afinidad familiar ni política. La única pertenencia de Barreto, fue su generación.[47]

Esto se retrata en “La Ciudad Enferma”, ficción incluida por Miguel Serrano en la Antología del Verdadero Cuento en Chile del año 38.[48] El relato versa sobre una extraña metrópoli cuyos habitantes hacen uso de máscaras. Aquí, Barreto se enlaza con sus pares, al dar cuenta de un solitario personaje que se mueve enmascarado de modo distinto a los demás, dirigiéndose por una urbe fantasmagórica en búsqueda de su grupo, de su única pertenencia: “De repente notó que era el objeto de la curiosidad general. Todos lo miraban con atención; él sabía por qué. Los demás llevaban sus máscaras convencionales, en cambio él…Deseó levantarse, era necesario ver la ciudad, su gente, y sobre todo iría a aquella casa. Era temprano demasiado aún; pero se iría lento, muy lento. La casa, el grupo, aquel grupo era el centro mismo de la ciudad. Sólo eran 11. El era uno de ellos.”

También la antología de Serrano, seguramente a modo de homenaje, incluyó a 11 escritores, entre ellos, a futuros premios nacionales u otros que después seguirían destacándose literariamente, todos amigos del malogrado cuentista.

De los que acompañan a Barreto en la publicación editada por Imprenta Gutemberg, se cuentan, Adrián Jiménez, el mismo Serrano, Braulio Arenas, Anuar Atías, Juan Emar, Juan Tejeda, Pedro Carrillo, Eduardo Anguita, Carlos Droguet y Teofilo Cid. Aquí se puede mencionar lo que estos dos últimos han aludido sobre él en sus libros.
En “Patas de Perro”, Droguet hace la siguiente referencia: …“ A dos cuadras pasa el mundo alborotando en voz baja, conversando con flojedad, con somnolencia, recordando cosas del año 30, de 1936 cuando asesinaron al poeta en España o al joven socialista en la avenida Matta los nazis de don Jorge.” De este mismo modo, Teofilo Cid escribe en su libro de crónicas (¡Hasta el Mapocho no Más¡) lo siguiente: “ La muerte del joven Barreto, acaecida en las calles de Santiago, fue como un disparo en la oscuridad. Ignoro la trascendencia que tuvo este innoble hecho sobre los otros; lo único que sé decir por mi parte es que produjo un asco profundo hacia los términos de ignominia moral que aquello representaba. El escritor Miguel Serrano ha sido el único, hasta donde yo sepa, en agotar las posibilidades de deducción espiritual anudadas a la muerte de Barreto. Los demás por razones diversas mantuvimos silencio en la protesta.”

Lo expresado por el dandi del grupo “Mandrágora”[49], remite al hecho de que fue Serrano a quien se le debe principalmente el rescate de Héctor Barreto. De este modo, el autor de “Ni por Mar ni por Tierra”, referencia en su obra también, además de partes importantes de la historia del escritor, a cómo su literatura escondía rasgos objetivos y vivénciales. Acá podemos encontrar como ejemplo el cuento “El Pasajero del Sueño”, el que se parafrasea en las páginas de la mencionada publicación[50]: “Barreto escribió un cuento que fue su biografía… Trata de un muchacho que vive en sueños. El personaje se llama Aliro.” De ahí en adelante, el relato se glosa, contando los pormenores del protagonista: “Él mismo tenía quizás la culpa. Él, que hizo de su vida algo tan extraordinario; que quiso ir por caminos desconocidos e indeterminados; que deshumanizó sus ojos. Y allí, destruido, tuvo la sensación de haber violado algo sagrado. De haber descorrido un velo intocable, de haber pisado lugar prohibido.”[51]

El cuento es descrito por Barreto con simplicidad de narración, pero con renovada creatividad para la época, e incluso con atisbos de Realismo Mágico.
Se dice que la personalidad de este cuentista estaba influenciada profundamente por la Grecia clásica, en la cual vivía inmerso, desconectándose del mundo que lo rodeaba. En el relato finalmente Aliro, al verse atrapado en este ir y venir que deja caer sobre él una “poderosa angustia”[52], se encuentra en medio del “péndulo de dos espirales cónicas”, que de izquierda a derecha, “banboleantes y en actitud de negación”, parecen indicarle que entre las dos puertas o extremos que se unen en “lo interno de su pecho”, entre el sueño y lo real, hay una salida.
Es así como Aliro ve su fin, sumido al viaje de “La Búsqueda[53]” más allá de una línea de regreso[54]. “Así murió Aliro. Así debe haber muerto también Barreto.”[55] [56]

El Héroe Cae.

Uno de los socialistas es herido en un pie (identificado por la prensa como Ricardo Mann[57]). El grupo alcanza a resguardarse entre los bordes de las puertas, o tras los árboles. Héctor, quien iba de frente, al encuentro contra los atacantes que se encontraban apiñados en la esquina de Serrano con Porvenir, es herido. Fernando Marcos relata que en ese momento la calle se llenó de gentío, entre el que “curiosamente había agentes de investigaciones[58]”. La policía, con el alboroto, dejó ir a los nacistas, arrestando al grupo equivocado.[59]
El transcurso de la persecución, junto con ser relatada por Marcos en su mayor parte, cobra algunos detalles en los escritos de Serrano, quien tras el asesinato y para su conmemoración, publica una revista homenaje[60] y escribe en diversos medios. El fragmento de este artículo aparece en el periódico “Frente Popular” del PS. Martes 24 de agosto de 1937, un día después del primer aniversario de los hechos:

“Retiró el anillo de su dedo y desafió al nacismo que pasara las balas por ahí. Fue héroe sin afán y artista-hombre. Sobre el suelo de esa noche vinieron los símbolos de la nueva tierra, o la nueva tierra, o la nueva época. Un sargento anónimo levantó su sable y lo defendió de los golpes cobardes. Era acaso el ángel nuevo, de fuego y pueblo, vigilando vivamente al hombre varonil o artista, pero solo. Y luego la transfusión distante, realizada después de haberse desangrado tanto sobre la noche, la sangre de un hombre del pueblo vertida en sus venas como el recurso salvador a su infinita tristeza y a su muerte. La sangre de sol y de salto antiguo, conservándose en sus venas eternas.”

La noche del crimen, Marcos y sus compañeros estuvieron detenidos en la Cuarta Comisaría.[61] Como a las 6 de la madrugada se enteraron que Barreto, quien se sabía estaba de gravedad, había muerto. Quedaron consternados. Con la ayuda del abogado y dueño del medio “La Opinión”, el diputado socialista Juan Bautista Rosetti, quien más adelante, junto a su colega Arturo Natho llevaría la querella en contra del MNS, salieron al transcurrir tres días. Cuando se vieron en la calle, encontraron el cortejo fúnebre que llevaba desde las 4 de la tarde[62] –según datos oficiales en la prensa- los restos del escritor.
Al cruzar el puente de Avenida La Paz, se unieron de inmediato al tumulto que seguía la carroza con el ataúd.

El funeral de Barreto fue una gran manifestación en la que el PS tomó juego de su figura como un símbolo de pelea, exhortando con el grito: “¡A la horca los nacistas y su Jefe¡.[63]” “Los estudiantes de las Facultades de Ciencias Jurídicas y de Comercio y de Economía Industrial de la Universidad de Chile, declararían huelga por espacio de 24 horas como una protesta por la muerte…”[64] Entre los participantes y oradores estaban Marmaduqe Grove, Alberto Martínez, Andrés Escobar, Oscar Schnake, Vicente Huidobro, Cesar Godoy Urrutia, la poeta Blanca Luz Brum y otros destacados de la política de izquierda y del naciente Frente Popular. Los amigos de Héctor, quienes realmente lo conocieron, no pudieron acercarse al ataúd[65]. El entierro en sí, sólo admitió a los deudos más cercanos, permaneciendo la multitud en la plazoleta afuera del cementerio, resguardada por la policía situada en lugares estratégicos. La idea era prevenir la infiltración nacista en la ceremonia.

En los años venideros, fueron muchas las publicaciones que lo incluyeron como mención, o del mismo modo, su conocida frase: “El Color de la Sangre no se Olvida.” Y es que este dicho fue el que adornó su tumba, el epitafio de la escultura de un rostro de piedra[66] que placidamente parece dormir sobre el piso del Cementerio General. Su cabeza dormida, albergando el silencio de piedra que tienen los muertos, y las estatuas de los héroes.






























[1] Miguel Serrano. Periódico Frente Popular agosto 24 -1937.
[2] Según la frase de Warnken en el lanzamiento de Historias Ociosas, Tercera edición publicada de los cuentos de Barreto. Año 2003.
[3] Con c y no con z para diferenciarlo de su par alemán.
[4] Según recuerda Fernando Marcos, quien fue testigo aquella noche y acompañaba a Héctor.
[5] Partido donde militaba Barreto.
[6] Conversaciones con Fernando Marcos.
[7] “El joven Héctor Barreto quedó en estado grave, con una herida a bala en el abdomen, la cual le produjo varias perforaciones intestinales”.”El Mercurio”
[8] Al transcurrir los hechos en la madrugada inicial del domingo, dio tiempo a la prensa de incluirlo en la edición vespertina.
[9] “La Generación del 38 es violencia” Fernando Alegría en su novela “Mañana los Guerreros…”
[10] Se usaba con c para diferenciarlo de su par europeo
[11] conversión con Carmen Lazo.
[12] Dirección del cuartel central de los nacis, según lo recuerda Tito Mundt en Las Banderas Olvidadas. Editorial Orbe. 2º edición. 1965.
[13] Lo consigna el Periódico la Opinión el día 30 de agosto 1936.
[14] Rodrigo Alliende González: “El Jefe.” Biografía de Jorge González Von Marées. Edic “Los Castaños” 1992.
[15] Se ha designado al Señor Juan Araneda y a los detectives Señores Eduardo Basso y Marcos Ponce, quienes en la noche del crimen llegaron hasta el sector en que se desarrollaron los incidentes.
[16] “La comisión que dirige el inspector Señor Araneda, según informaciones que nos merecen fe, tendría ubicado al asesino del joven Barreto… Jueves 27 de agosto 1936. Diario La Opinión.
[17] Periódico La Opinión. Viernes 28 de agosto 1936.
[18] Movimiento Nacional Socialista.
[19] Tito Mundt – Las Banderas Olvidadas. Editorial Orbe. Pag 100.
[20] Tito Mundt – Las Banderas Olvidadas. Editorial Orbe. Pag 74.
[21] Ídem. Pag 100.
[22] Subtitulo usado por Fernando Marcos para coronar uno de los párrafos del prologo del primer libro de Barreto, publicado de modo póstumo.
[23] Después de 1973 su nombre se olvidó definitivamente.
[24] Vivos hoy día: Fernando Marcos, Miguel Serrano, Homero López, Carmen Lazo.
[25] Entre estos se cuenta el 5 de septiembre y la Matanza de Ranquil.
[26] Dedicatoria Antología del Verdadero Cuento en Chile año38.
[27] Sobre todo en “Ni por Mar ni por Tierra.” Editorial Nacimiento- Trilogía de la Búsqueda en el Mundo Exterior.- 1974.
[28] Polarizado por la presencia por un lado de los criollistas y por el otro de los imaginistas o interioristas, entre los que estaba Héctor.
[29] Fragmento de Ni por Mar ni por Tierra.
[30] Fernando Marcos ha sido uno de los grandes muralistas de Chile, realizando trabajos de carácter figurativo que han rescatado la vida del obrero y en torno a la educación infantil. Dos de sus trabajos famosos son el mural de la Municipalidad de San Miguel y de la Ciudad del Niño, además del primer homenaje pictórico mural a Gabriela Mistral.
[31] Recopilación del trabajo de Héctor Barreto editada por Prensa Latinoamericana en el año 1958. obra que recientemente vio una versión más completa a cargo de Rafael Videla.
[32] Historias Ociosas. Edición de los cuentos de Barreto año 2003. introducción a cargo del recopilador Rafael Videla.
[33] La Noche de Juan y Otros Cuentos.
[34] Barrio Bravo, novela del escritor Luis Cornejo -1955
[35] “Arenas del Mapocho” –Al cuarto centenario de Santiago. Imp. Cóndor 1941
[36] Miguel Serrano en Ni por Mar ni por Tierra.
[37] Recopilación en base a distintas publicaciones de época.
[38] “El Mercurio”
[39] La Noche de Juan y Otros Cuentos.
[40] Recuerdos publicados en la Noche de Juan y Otros Cuentos-1958 a cargo de Fernando Marcos.
[41] También se ha dicho que habría muerto.
[42] Datos obtenidos en conversaciones con Fernando Marcos.
[43] Barreto viva cerca de la calle Argomedo.
[44] Conversación con Fernando Marcos.
[45] Nombre de la nueva publicación del trabajo de Barreto que vio la luz por Editorial Puerto de Palos.
[46] La Noche de Juan, El Encuentro y Ranquil, Lugar de Muertos.
[47] Según recuerda Miguel Serrano en No por Mar ni por Tierra.
[48] Publicación dirigida como homenaje a Héctor dos años después de su asesinato.
[49] Teofilo Cid
[50] “Ni por Mar ni por Tierra”
[51] Fragmento del Pasajero de El Sueño.
[52] Los entre comillas corresponden a frases del cuento Pasajero del Sueño.
[53] Relato escrito por Miguel Serrano, en que vuelve a encontrarse con Héctor. Recopilado por Rafael Videla en “Historias Ociosas.”
[54] Miguel Serrano recuerda largas caminatas con Barreto por los antiguos barrios de Lira, buscando la línea fronteriza que cruzaría desde la realidad hasta la Cuidad de los Césares. (Conferencia en el Observatorio de Lastarria.)
[55] Ni por Mar ni por Tierra.
[56] (“Un cosquilleo dulce lo recorre…Después, una pesadez que le va haciendo el cuerpo más y más insensible… más y más insensible, a medida que el pensamiento y sus sesos –entre humos doloridos – parecen subir lentamente. Se siente ajeno y asiente. Sube, lentamente, muy lentamente; hasta llegar a contemplarse desde afuera de él mismo.” Fragmento de “El Pasajero del Sueño”.
[57] Diario la Opinión 23 agosto 1936.
[58] Conversación con Fernando Marcos. Véase además nota 14.
[59] También se ha relatado que uno de los carabineros protegió a Barreto con su sable. El diario consigna que se le prestó primeros auxilios en el lugar, siendo asistido “por el Sargento del Maturana Julio Bórquez.
[60] Revista Barreto, publicada todos los años de la década del 30 después del asesinato, justamente para el 23 de agosto.
[61] “Los detenidos- versión en el diario- son: Alfredo Valdez Alarcón, de 19 años de edad, de profesión músico; Fernando Marcos Miranda, de 19 años; Fernando Portillo Ramos, 26 años, de oficio suplementero; Manuel Sánchez Morales, de 22 años, encuadernador; Ernesto Ramírez Arriagada, de 20 años, de oficio mecánico; Víctor Di Biaggio Schoder, practicante, y Miguel Rojas Rojas.
[62] Según La Opinión, fue desde las 4: 30 que el cortejo partió desde la sociedad “Los amigos de México” de la cual Barreto era miembro y que ubicada en Nataniel 117, levantó en sus locaciones la capilla ardiente que recibió el cadáver.
[63] Revista “Rumbo”. Última semana de agosto de1936.
[64] “El Mercurio”25-8-36
[65] Como se relata en Ni por Mar ni por Tierra.
[66] El monumento hace poco fue destruido por desconocidos