domingo, 1 de junio de 2008

Del artes y letras






Domingo 1 de junio de 2008



Reconstruyendo a Héctor Barreto


Hace tres años, Miguel Serrano escribía en Revista de Libros, al final de un artículo de homenaje a su amigo y compañero de la Generación del 38: "Con jóvenes amigos vamos a reparar la tumba en el Cementerio General, de modo que el rostro de Héctor Barreto pueda seguir contemplando más allá del cielo, más allá de las estrellas, su Grecia inmortal, su monte Olimpo y el Templo de Delfos, donde tal vez él fuera un hierofante, hace muchos siglos ya".Los amigos de Serrano finalmente no arreglaron nada, pero un grupo de admiradores del malogrado escritor chileno lo hizo por cuenta propia, sin apoyo ni fondos de nadie. Se trata de Marcela González, Mauricio Valenzuela y Rafael Videla Eissmann, quienes reconstruyeron la destruida efigie de Barreto en el Cementerio General que había hecho el escultor Manuel Banderas a partir de su máscara morturoria, junto a la inscripción que recogía las palabras del escritor: "El color de la sangre no se olvida".Aserto que anticipó y terminó por resumir la breve existencia de Héctor Barreto. A los 19 años, el 23 de agosto de 1936, este militante de la Federación Juvenil Socialista fue asesinado por un grupo de nazis a la salida del café Volga, en el barrio San Diego. Dos años más tarde, su amigo de juventud Miguel Serrano recogió tres relatos suyos en la legendaria Antología del verdadero cuento en Chile (1938), donde también fueron incluidos textos de Juan Emar, Carlos Droguett, Eduardo Anguita, Braulio Arenas, Juan Tejeda y Guillermo Atías, entre otros.Hace unos años, el periodista Mauricio Valenzuela leyó una compilación de textos de Barreto publicada en 2004 por el historiador Rafael Videla, que recogía La noche de Juan y otros cuentos, libro póstumo del autor editado por el Partido Socialista en 1958. Impresionado con la personalidad de Barreto, Valenzuela fue en busca de su tumba. Desconocidos habían destrozado la estatua (ver fotos). Comenzó entonces a investigar a fondo la vida del autor y su generación, esfuerzo que lo llevó a conocer a otros dos estudiosos del tema: Videla y Marcela González. Conversando con el pintor Fernando Marcos, amigo de Barreto que todavía vive, decidieron reparar la escultura funeraria. Les tomó tiempo conseguir los permisos, pero al final pusieron manos a la obra. "Trabajamos mucho y lo logramos hace unos días, después de seis meses intensos, con sesiones de cuatro horas cada sábado", cuenta Valenzuela. Ahora que la escultura está restaurada, él y Videla intentan publicar un libro -ya terminado, pero sin editor- que reúne la obra narrativa de Barreto, agregando material inédito y textos de sus amigos, como una postal que Santiago del Campo le envía en 1935. Hay además dibujos, fotos, artículos y estudios que incluyen nuevos datos sobre el escritor.